viernes, 15 de diciembre de 2017

BENDECIDO VIERNES....




MIENTRAS TENDÍA LA ROPA....
UNA HISTORIA TAL VEZ COMO LA TUYA.

Allí estaba ella, como cada mañana, se levantaba bien temprano para cumplir con cada tarea del hogar.
Y aunque era joven se sentía agotada, no tenía más fuerzas, todo a su alrededor era trabajo, cansancio y desazón. 
El viento cual brisa fresca le recordaba que empezaba un nuevo día, el cual ella no quería ni siquiera pensar en vivir. 
Los rayos del sol, intentaban acariciar su rostro, pero ella lo escondía, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Las sábanas volaban envolviendo su figura y en su interior, habían palabras de años, guardadas en su corazón, que a nadie le había contado.
¿Qué le había pasado, qué fue lo qué la llevó a tener tanto dolor?
¿Por qué no podía disfrutar la vida, si tenía un buen esposo, dos hijos, una mascota, su casa propia, buenos vecinos y buena posición económica?
Es que tal vez la vida, le había quitado lo que más quería. Ella llevaba la pena de haber perdido a un ser querido. Y desde ese día que su madre partió, ella se repitió una y mil veces que jamás volvería a creer en Dios.
Y al pasar los años, su corazón se fue endureciendo y en su rostro se dibujaban los surcos de la falta de perdón.
Contestaba siempre amargada y enojada, no le interesaba nada, solamente llorar y reclamarle a Dios.
Pero una mañana, mientras tendía la ropa, recordó un pasaje bíblico el cual cuando era pequeñita su madre le leyó. Y en sus oídos retumbaba las palabras de una madre amorosa que siempre le enseñó a amar a Dios.
__Hijita, si alguna vez no estoy más, nunca dejes de amar a Jesús. Él dio su vida por nosotros, pagó un alto precio por amor.
Y si Dios me lleva algún día a su presencia, sé que vas a sufrir. Pero prometeme que vas a atesorar este pasaje y en él vas a caminar:
Mateo 11:28 "Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.
Y fue allí, con los broches en su mano y con su corazón arrepentido, que recordó su última conversación con su mamá. Y en un segundo se postró de rodillas y perdonó a Dios.
Y desde aquel día, seguramente un viernes, como lo es hoy; nuestra amiga se permitió ir a Jesús, reconoció su cansancio, su tristeza, su agobio, su pesar y su dolor. Y desde ese momento, hasta seguramente el día que la llame Dios a su presencia, va a caminar confiada, sabiendo que algún día en el cielo, se encontrará con su mamá. Pero mientras tanto, iba a disfrutar la vida, amar a su familia y así servir a Dios con todo su corazón.
Ella se puso de pie por dentro y este pasaje iluminó su corazón:
Isaías 60:1 ¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti!
En donde te encuentres, no te olvides que solamente Jesús tiene palabras de vida eterna.
Juan 6:68--Señor --contestó Simón Pedro--, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
¡Bendiciones!


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