viernes, 4 de octubre de 2013

¡CUENTAN POR AHÍ....!

Cuentan por ahí, que había una mujer que siempre caminaba con la mirada viendo al piso, con los ojos llenos de lágrimas y con sus brazos apretando su vientre por tanto dolor.
Cuentan que su vida ya estaba tan vacía, que hacía años que no reía y que ni siquiera se animaba a mirar el sol.
Su rostro era pálido, su físico bien flaco, como me imagino también tendría el alma y todo su interior.
Su corazón latía casi sin fuerzas, se le aflojaban las piernas, como tal vez te esté pasando a vos.


Ella era mujer muy temerosa, por demás habilidosa pero que la enfermedad la había robado su dignidad.
Sus amigas la habían dejado, su matrimonio ya estaba en quiebra y sus finanzas las gastó toda para tratar de obtener sanidad.

Nada de lo que hacía resultaba, ni los médicos la ayudaban y sintiendo que ya se moría, por la tristeza enorme que sentía, se le ocurrió mirar a Dios.

Y comenzó a caminar con paso lento, entre esas calles polvorientas, en donde la gente la desechaba porque en aquel entonces, era inmunda por su enfermedad.

Pero era su última ficha, sabía que había alguien que la podía ayudar, y este alguien también sabía que ella lo seguía y estoy segura que aminoró su paso para que esta mujer lo pueda alcanzar.

Me parece ver a este hombre, conmovido por la historia de esta sufriente mujer y Él sabía lo que ella haría y supo que su sanidad obtendría, porque era movida por fe.

Pero en vez de contarte sobre esta mujer, te invito a que leamos su historia juntas.

San Lucas 8:43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
8:44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
8:45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
8:46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de Mí.
8:47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
8:48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.


Esta mañana, cuando despedí a mi hijo para irse al colegio, cerré la puerta, me senté, abrí mi Biblia y estuve meditando sobre Jesús.
Estuve leyendo sobre su niñez, estuve estudiando cuando Jesús fue llevado al desierto, me conmoví y emocioné con los milagros de sanidad y liberación que Jesús hacía.
Y al leer este texto de la mujer que padecía de flujo de sangre, todo mi ser se estremeció; y sinceramente a lo largo de mi andar con Cristo he leído muchas, pero muchas veces esta historia, he enseñado a otras mujeres en algunas reuniones sobre el significado de tocar el manto de Jesús y de hecho en mi blog creo que es una de las entradas más leídas y la podés buscar en martes 22 de febrero del 2011.
Pero  como vengo tratando temas de diferentes mujeres de la Biblia, como Hulda, Ester, María de Betania y Tamar, sentí muy profundamente compartir sobre esta situación, porque su actitud tocó mi corazón, aún mucho más de todas las veces que la había leído.

En un momento cerré mis ojos, allí en mi cocina y recordé los nombres de Dios representados en el Manto de Jesús.

Jehová- Yo Soy (Dios es nuestro Creador)
El Shaddai,- Poderoso (Dios mas que suficiente)
Adonai- Nuestro Señor
El Elyon- Dios Altísimo
El Olam- Nuestro Dios Eterno
Jehová Rafa- Mi Sanador
Jehová Yireh- Mi Proveedor
Jehová MaKadesh- Mi Santificador
Jehova Sidkenu- Mi Justicia
Jehová-Shalom- Mi Paz
Jehová Rohi- Mi Pastor
Jehova Sabaot- Nuestro Señor de los Ejércitos
Jehova Nissi- Mi Bandera en la batalla
Jehová Shama- El Señor vive en mi


Y le dije a Dios.... "Señor yo creo en cada uno de estos nombres, los creo y los declaro para mi vida y mi familia"
Y Yo hoy voy hacia Ti, igual que fue esta mujer y postrada ante tu presencia, con toda mi condición de mujer, extiendo mi mano para tocar tu Manto, para tocar con mi corazón y con mi fe tu presencia.

Y me volví a conmover, porque por un lado pensaba en esta mujer, dolorida, triste, desahuciada,  temerosa, enferma, despreciada, humillada, sin esperanzas a lo largo de doce años y de repente se entera que allí va caminando Jesús, el dador de la vida.
Imagino que su corazón comenzó a latir bien fuerte, no sé por qué pero pienso que por los nervios su flujo de sangre aumentó, y un nudo fuerte se hizo en su garganta.
Pero a la vez, esa cosa que tenemos todas las mujeres, que en medio del peor momento sacamos fuerzas que no sabíamos que teníamos y comenzó a caminar más y más rápido, no veía nada más que su meta, ella quería tocarlo a Él, tan solo su Manto, tan solo su presencia, tenía tanto miedo que no quería que Él ni se enterara.
Pero que maravilloso es Jesús, porque Él ya lo sabía, Él la estaba esperando, porque se gozaba en ver tanta fe en el corazón de esta mujer. Porque cuando la destrucción llega a una vida, en este caso por medio de la enfermedad, muchas veces las personas se enojan con Dios en vez de buscar su ayuda.
Pero ella sabía que era su última oportunidad y extendió tanto su brazo que con el último aliento tocó al Maestro.

Él se dio vuelta y con amor inmenso dijo... ¿Quién me ha tocado?
A mi me parece que a Jesús también le latía de amor el corazón, estaba tan deseoso de hacer el milagro, porque esa era su meta, traer a la tierra la salvación divina y manifestar así el poder de Dios.
                                                     
Y de repente ella ya no estaba enferma, no agachaba su cabeza, ni tenía dolor. Se levantó agradecida, lo miró al Maestro a los ojos y fundió en su mirada el agradecimiento y su pasión. Ella sabía que Jesús venía a dar su vida, para que todos tengamos en Él salvación y sanidad.
Ella sabía que era Dios hecho hombre, que tenía compasión por las almas y era galardonador de  quienes le buscan con verdadero corazón.
Y Jesús la miró a los ojos, con ese amor eterno y su interior restauró, ahora esta mujer era digna para los ojos de la gente y su ser se llenó de gozo y su cuerpo de salud.
 
No sé cual es tu situación, si es una enfermedad u otro problema, pero en este día te invito a que te atrevas a extender tu mano con fe y toques así el corazón de Dios.
 
Porque en el nombre de Jesús hay poder para sanar, liberar, restaurar y su Espíritu Santo está obrando milagros y maravillas.
El poder de Dios no ha cambiado, Él no hace acepción de personas.
 
En lo personal, cuando paso por desiertos, por duras pruebas, a veces no entiendo, realmente duele el alma y el espíritu; pero cuando todo acaba, cuando me doy cuenta que la mano de Dios me ha sostenido de tal manera que me maravillo; ahí comprendo que mi mente ha cambiado y mi fe aumentó, que tengo una necesidad interna de pasar más tiempo con Dios.
 
Vale la pena mirar a Cristo, vale la pena seguirlo y serle fiel; porque Él nos amó primero y espera que le pidamos con fe.
 
Que hoy podamos decirle a Dios... "Señor en el nombre de Jesús, quiero recibir mi milagro, por favor ayuda a mi incredulidad, aumenta mi fe, porque reconozco que solo Tú eres el Dios verdadero y yo también quiero ser como esta mujer, correr hacia Ti y tocar con mi fe, el Borde de tu manto"
 
Con cariño: Tere.
 
 
 

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