CELESTE... UNA HISTORIA DE PURO AMOR
Celeste se
dirigió a la Biblioteca de su abuelo, igual que lo hacía cuando era una niña.
Se paró
frente a todos esos libros, tratando de
ubicar aquellos cuentos fantásticos los cuales ella en su niñez leía.
Pero sin
darse cuenta tomó un libro el cual parecía brillar ante sus ojos. Y allí en ese
cuarto con olor todavía a leche chocolatada y a historias de aventuras, se recostó sobre la alfombra azul y lo abrió con gran expectativa.
__¡Pero
claro!! (exclamó con alegría) Es la Biblia, el libro que el abuelo por las
noches me leía.
Y allí como
aquella pequeña e inocente niña, comenzó a sumergirse en las fascinantes historias
como David y Goliat, como Jonás y el gran pez, o como los atrapantes viajes misioneros de
Pablo, entre otros.
De repente,
sintió que ese cuarto se vestía de gloria. Y un calor suave pero intenso
invadía su ser. Su corazón comenzó a latir bien fuerte y de sus ojos brotaban
lágrimas al recordar el día que entregó su vida a Jesús.
Fue cuando se
dio cuenta cuán de lado había dejado los consejos de su abuelo. Él le había
enseñado que debía por siempre honrar y seguir a Jesús. Y ahora que él ya no
estaba, Celeste sintió la necesidad de reconciliarse con Dios.
Y fue allí,
en aquella biblioteca del hogar de su abuelito, en donde esta oración exclamó:
_Querido
Dios, cuanto me he apartado de tu camino. Te pido perdón en el nombre de Jesús.
Reconozco que
te dejado de lado, que viví sin tenerte en cuenta y que me olvidé de Ti.
¿Te acordás
Señor aquellas mañanas, cuándo sentía tu mano de amor sobre mí?
¡Qué tonta fui!!
¡Cómo pude dejarte!! Estoy tan arrepentida, por eso hoy vuelvo a Ti.
Necesito
sentir nuevamente al Espíritu Santo llenando mi ser. Y sé que con vos nunca es
tarde, que siempre das la oportunidad de empezar otra vez.
Por eso te
vuelvo a consagrar mi vida, amado Jesús no solo sos mi Salvador sino mi Señor.
Y con mi
corazón arrepentido, te digo…”Heme aquí, haz lo que quieras de mí”.
Y así fue como
en aquel día, Celeste se reconcilió con Dios. Y aquella semilla que había
sembrado su abuelo cuando ella era una niña, hoy estaba dando fruto,
recordándonos que nunca es en vano cuando le hablamos a alguien de Dios.
Nunca te
olvides….
Lamentaciones 3:22 El gran amor del Señor nunca
se acaba, y su compasión jamás se agota.
23 Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
24 Por tanto, digo: "El Señor es todo lo que tengo. ¡En Él esperaré!"
25 Bueno es el Señor con quienes en Él confían, con todos los que lo buscan. (nvi)
23 Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
24 Por tanto, digo: "El Señor es todo lo que tengo. ¡En Él esperaré!"
25 Bueno es el Señor con quienes en Él confían, con todos los que lo buscan. (nvi)
¡Bendiciones!
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