Cuando nuestro corazón está envuelto en tanta falta de perdón, tanto dolor, tanta bronca, se va enfriando de tal manera que se va volviendo insensible ante Dios y ante los demás.
Quizás
ante diferentes situaciones cerramos con llave nuestro corazón para
resguardarnos, para protegernos, sin darnos cuenta que nos llevará a vivir en
cárceles emocionales y espirituales que afectarán todo nuestro ser, nuestro
entorno y nuestras relaciones.
Este es
el día para renunciar en el nombre de Jesús a todo lo que nos ata, nos oprime y
nos enferma el alma.
Este es
el día para tomar esa llave y abrir nuestro corazón a Jesús, sabiendo que Él
tiene todo el poder para hacernos libres.
Dejemos
en este día que Dios sane nuestra alma abatida, pidamos que su Espíritu Santo
derrita con su amor y su dulce calor, ese hielo que endurece nuestro corazón.
Filipenses 4: 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Bendiciones.
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