Me enamoré tan profundamente de tu mirada y tu sonrisa.
Me enamoré de tu cariño, de tu paciencia y de tu andar sin prisa.
Me enamoré de tu esencia, de tu pasión y de tu dulzura.
Me enamoré de vos, de tus mañanas y de tu alma apegada a la mía.
Me enamoré de tu sacrificio en la cruz.
Me enamoré de tu sangre derramada por amor a mí.
Me enamoré de tu amor incondicional.
Me enamoré y me enamora todo, pero todo de vos.
Sin lugar a dudas, Jesús sos el que me enamora cada día.
Sos el que le pone color a mi vida.
Sos mi todo, mi perfume, mi existencia y mi alegría.
Sos ese maravilloso Dios verdadero, que me vuelve a conquistar cada día.
Y como siempre te digo:
Por siempre y para siempre...
Nos une este gran amor.
Te amo. Tere.
Estaba pensando en las veces que nos acercamos a Dios solamente para orar por nuestra peticiones, esperando que Él nos responda a cada una de ellas.
Y sin embargo se nos va el día, sin decirle cuánto le amamos, cuanto le necesitamos y cuanto deseamos abrazarlo con nuestras palabras y nuestro corazón.
Solemos decir que nos enamoramos de una persona y hasta por qué no, hasta decimos que nos enamoramos de tal o cual ropa, auto, etc.
Pero me pregunto:
Si Dios es una persona y es nuestro Papá, ¿no estará esperando qué le digamos que lo amamos y que cada día nos enamora más y más?
A mi me encanta que me digan que me aman, me encanta que Jorge me diga que está enamorado de mí, son palabras que llenan y movilizan las fibras más intimas.
Y de igual manera, pienso que Jesús espera que le digamos.... ¡Me enamoré más y más de vos, mi precioso Jesús!
Cantares 6:3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
Bendiciones.
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