haya sol vos tenés nublado el corazón. Sé lo que se siente estar acompañada pero en tu interior te sentís tan sola que te arde de dolor el corazón. Sé lo que es ver la muerte de cerca, que tu cerebro se hinche, que tus ganglios se te inflamen, que el pánico te inunde y te duela cada parte de tu cuerpo llevándote a estar en profunda oscuridad.
Sé lo que se siente, que algunas personas te enjuicien, porque te acusan con el dedo cuando decís que te sentís mal. Sé lo que se siente cuando se levantan los religiosos a tu lado, que te ponen tantas cargas que ni ellos pueden llevar.
Sé lo que se siente, cuando ya no podés atender a tus hijos, porque la enfermedad pareciera te está llevando al más allá.
Sé lo feo que es tener el autoestima baja, las emociones alteradas, el espíritu abatido y dolido el corazón.
Sé todo esto y mucho más, porque he vivido momentos difíciles, en donde mi fe fue probada, en donde muchas veces el enemigo de nuestra alma rondaba para hacerme creer que Dios no me iba a sanar.
Podría enumerar tantas vivencias, tantas experiencias y sé que seguramente te ayudarán.
Pero quiero hoy traer aliento a tu vida, y decirte que mires a Dios, que te pongas de pie por dentro y no le creas a las personas que te declaran palabras negativas, sino tomate bien fuerte de Cristo, porque Él te da la libertad.
Me gusta mostrar mi parte débil, contar lo que he vivido, mis momentos de angustias, de enfermedad, de soledad, porque es ahí cuando Dios se glorifica, cuando en mi debilidad Él me hizo fuerte, me llenó de su presencia y me llevó por medio de su Espíritu Santo a mi victoria conquistar.
En Filipenses 4:13 aprendí una buena lección, Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, Él tiene el poder, no yo.
Pero muchas veces me encontré peleando con mis propias fuerzas, tratando de agradar a todo el mundo, y llegó el día que me agoté y me enfermé.
Aprendí que en Cristo soy más que vencedora, que nada ni nadie me separará de su amor, aprendí a vivir en el medio de las luchas con el gozo de la salvación.
Y si bien cada día enfrento nuevos desafíos, cada día me tomo más fuerte de la mano de Dios.
Hoy quiero dirigir esta palabra a cada mujer que al igual que yo en aquel entonces cuando me enfermé y que gracias a Dios ya me sanó, a esas preciosas mujeres que están agotadas, que no tienen tiempo para orar, que no se miran al espejo hace rato, que no tienen ya intimidad con sus esposos, que se ven abatidas, sin ganas de leer la Biblia. A estas maravillosas mujeres que no quieren ya pisar la iglesia, que sienten que las fuerzas se les acaba, y que les duele el alma de tanto dolor. Quiero decirte que Cristo no te condena, por el contrario Él te entiende, Él no te juzga, Él te ama y te escucha y te está esperando en la intimidad de tu habitación.
Me encanta hablarles así, porque sé lo que se sufre cuando te señalan con el dedo, porque pareciera que por ser cristianas, no podemos estar cansadas, ni agotadas, ni enfermas, ni desganadas, sino que debemos estar diez punto todo el tiempo, pero para atender a los demás.
Amadas no podemos dar lo que no tenemos, si perdemos la comunión con Dios, nuestra lámpara comienza a vaciarse. Solamente en intimidad con el Espíritu Santo con el espíritu abierto al espíritu de Dios se vuelve a llenar de unción con su aceite nuestro interior.
Cada uno debemos rendir cuenta por nuestra propia vida, y yo cada vez más busco agradar a Dios.
San Mateo 11:28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y Yo os haré descansar.
Con cariño: Tere.
!Qué Dios te bendiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario