Esta mañana, al estar meditando en la Palabra de Dios, cuando cerré mis ojos para orar, al abrir mi boca estas palabras salieron de mi corazón:
Que mis hijos huelan a Tí, que mi esposo huela a Tí, que mi casa huela a Tí.
Amén.
Y con mis ojos cerrados ante su presencia, sentí como si la mano suave de Jesús acariciara mis mejillas. Pudiendo entender que su deseo es, cada día tomarnos en sus brazos y pasar tiempo con nosotros, sus hijos, sus amados, quienes le hemos dicho... "Creo en Tí".
2 de Corintios 2:15 Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden;
Efesios 5:2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Para reflexionar:
¿A qué estás oliendo en este día?
Es mi deseo que tu vida y la de tu familia, al igual que mi vida y la de mi familia, destilemos la fragancia suave y pura de Jesucristo.
Oler a Jesús, es oler a salvación, a sanidad, a restauración, a paz, a amor, a compasión, a santidad, a obediencia, a vida eterna, a gozo, a fortaleza, etc.
Cuando olemos a Cristo, la unción del Espíritu Santo nos transforma, nos llena de su aceite, se rompen los yugos, satanás tiene que huir, nuestra carne mengua y nuestro espíritu se renueva.
Con cariño: Tere.
¡Qué Dios te bendiga!
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