Mi cuerpo estaba inmerso en mucho sufrimiento, mi rostro tan sufrido parecía de cartón.
Mi mirada estaba llena de tristeza, mis pupilas dilatadas hablaban de mi condición.
Siempre en mi mente me repetía una y otra vez el Salmo 23, tenía la esperanza de que un día llegaría para mí, el poder correr, disfrutar y pasear con mi familia por verdes pastos.
Tenía la necesidad de entrar a ese reposo de Dios, donde sus aguas frescas, su brisa cálida y su amor incondicional me abrazara el corazón.
Y en el peor día en el que me sentía, de repente el Espíritu Santo se apareció en mi habitación, acarició mi rostro cansado, fortaleció mis huesos sin vida y puso en mis labios una nueva canción.
Salmos 23:3 me infunde nuevas fuerzas. por amor a su nombre.
Era como que Jesús en persona, me tomaba en sus brazos y me acariciaba el alma, me llenaba con su vida mi vida y me permitía oír recostada en su pecho el latir de su corazón.
Hoy ese Jesús está a tu lado, te toma de la mano y espera que le des tu vida, tus dificultades, tus temores y tu diario caminar; y así su Santo Espíritu te tomara bien fuerte, te sacará del pozo y te rodeará con cánticos de liberación.
Dejate amar por Jesús, dejá que su presencia inunde tu vida, no pierdas la esperanza de ver sus milagros y maravillas obrando a tu favor.
Tenés una historia por escribir en el nombre de Jesús y esa historia lleva tu nombre, ese nombre y esas vivencias que impactarán la vida de los demás.
Bendiciones.
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