A veces se nos va la vida, mirando desde la orilla del río, pensando si nos vamos a sumergir hasta los talones, las rodillas, medio cuerpo o hasta que nos tape por completo el agua.
Y en ese dudar y no entregarle a Dios todo el control, que se nos va la vida mirando desde afuera, lo que tenemos que vivir desde las profundidades, en el área espiritual.
No quiero que se me pase otro año más, sin animarme a salirme de mi propia barca, de mi propia manera de vivir la vida.
Sino por el contrario, mi mayor anhelo es quitar la mirada de mi misma para ponerla sobre Jesús, ese Jesús amoroso que nos extiende su mano de amor.
Él nos sostiene en la tormenta, Él nos acompaña en la calma, Él nos lleva a las alturas, para que aprendamos a volar como las águilas.
Mi anhelo y mi deseo es entrar en la barca con Jesús y así navegar en sus profundidades, inmersa en su presencia, llena de su paz y unción.
Tenemos mucho por hacer y cada día nos invita a enfrentar un nuevo desafío.
Jamás Jesús abandona a los suyos y nosotros debemos caminar confiados, tomados de su promesa, sabiendo que Jesús estará siempre a nuestro lado, durante cada día de nuestra vida, hasta el fin.
Cada uno de nosotros elige, cada uno de nosotros es dueño de sus decisiones, no dudemos en decidir basados en la palabra de Dios, nos dudemos en darle a Dios el control de la navegación de nuestra vida y hogar.
Para este fin de semana, vivamos sumergidos en el río de su Espíritu, en donde seremos reconfortados, renovados y ungidos.
Debemos animarnos a nadar en sus profundidades, invitando y ayudando a aquellas personas que están en la orilla y que solos no se animan a entrar.
En Jesús somos pescadores de hombres y mujeres, hoy es el día de meterse al río y tirar la red.
Mateo 4:19 Vengan, síganme --les dijo Jesús--, y los haré pescadores de hombres.
Bendecido finde.
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