lunes, 14 de enero de 2013

¿EN DÓNDE....?


¿EN DÓNDE ESTÁ PUESTA TU ATENCIÓN?
Y
¿EN DÓNDE GUARDASTE TU CORAZÓN?

Proverbios 4:20 Hijo mío, está atento a mis palabras; 
Inclina tu oído a mis razones. 
4:21 No se aparten de tus ojos; 
Guárdalas en medio de tu corazón; 
4:22 Porque son vida a los que las hallan, 
Y medicina a todo su cuerpo. 
4:23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; 
Porque de él mana la vida. 

Cuantas veces nos disponemos a leer la Biblia, pero estamos tan invadidas por el cansancio, por los problemas, el teléfono que suena todo el día, la familia, etc. Que nos encontramos leyendo la Palabra de Dios, pero con la mente en otra parte.
Entonces en vez de tener nuestro oído inclinado a lo que el Espíritu Santo nos quiere revelar y hablar, tenemos los oídos, el corazón, el olfato y todo nuestros sentidos pendiente de lo que pasa a nuestro alrededor. Como consecuencia nuestros ojos se apartan y en vez de guardar lo que Dios nos dice a través de su Palabra, comenzamos a guardar todo el mundo exterior que nos rodea, nos desanima, nos agobia, quitándonos la paz y nuestra relación con Dios.
Guardar la Palabra de Dios en nuestro corazón y ponerla por práctica, en obediencia, nos trae vida a cada parte de nuestro ser, es medicina para nuestro cuerpo, ya sea físico, emocional y/o espiritual.
Quiere decir que lo que está en mi corazón, es lo que gobierna mi vida.
Cuando descuidamos nuestra relación personal con Dios, inmediatamente nos gana el desánimo, nuestra fe flaquea, nos invade la duda, tenemos ganas de llorar o de comer todo el día, peleamos, nos quejamos, murmuramos, etc.

Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 

Hoy es el día de poner los ojos en Jesús, Él ya pagó el precio por nosotras y en Él y por Él está nuestra victoria.
Cuando en el Proverbio que acabamos de leer, en el versículo 20 nos dice: ”Inclina tu oído a mis razones, ” nos está hablando de tener una actitud de humildad, inclinarnos ante Dios, reconociendo nuestra situación, reconociendo que hemos pecado, que necesitamos vivir en Él y por Él, reconociendo que Él es nuestro único Salvador y Señor de nuestra vida.
Entonces cuando nuestro corazón se abre, cuando nuestro corazón reconoce el pecado y se arrepiente entregándolo en las manos de Dios, automáticamente la obra redentora de Jesús se pone en marcha y el Espíritu Santo comienza a entrar en acción.
El Espíritu Santo intercede por nosotras con gemidos indecibles. (Romanos 8:26)
Jesús como nuestro abogado (1de Juan 2:1) toma nuestra causa.
Y comenzamos nosotras a echar toda ansiedad sobre Él quien tiene cuidado de nosotras. (1 de Pedro 5:7)
Y todo ese accionar de fe, comienza a tocar el corazón de Dios y los cielos se abren y Dios comienza a ministrarnos, restaurarnos, salvarnos, sanarnos, etc.

Te pregunto:

¿En dónde está puesta tu atención?
¿En dónde guardaste tu corazón?

Tal vez te encuentres luchando con:

Falta de perdón-  Falta de fe-  duda-  temor- rencor- odio- celos- envidia- culpa- autoestima baja- miedo a la muerte-  rechazo-  frustración- Pensamientos de muerte-  intento de suicidio- Pensamientos de homicidio-  lujuria-  pornografía-  masturbación-   fornicación-  adulterio-  incesto- Lesbianismo-  abortos- drogas- vicios-  robos- Desgano y cansancio-  crítica-murmuración- 
Tal vez abandonaste tu ministerio o los planes que tenías con Dios.
Quizás en tu familia hay divorcios, cáncer, o enfermedades o tragedias recurrentes y eso  ata tu mente por temor a que te suceda lo mismo.

Deuteronomio 30:19 nos enseña  que nosotras tenemos la autoridad, la decisión personal para elegir para bendición o para maldición, pero siempre nuestras actitudes van a influenciar a nuestra descendencia, por eso nos conviene hoy romper con toda maldición, con todo pecado y declarar la vida de Cristo en nuestro corazón.

 Te hago otra pregunta:

¿Querés hoy poner tus ojos en Jesús?

Decile a Dios con todo tu corazón:
Querido Dios me arrepiento ahora de todos mis pecados y declaro que recibo a Jesús en mi corazón como mi Salvador personal y el Señor de mi vida.
Señor amado, te pido perdón por haber quitado mis ojos de Jesús y haberlos puesto en cualquier otra cosa que nada tiene que ver contigo.
Hoy declaro que mi vida se toma de tu presencia, que mi vida se compromete a obedecerte y a vivir en santidad conforme a lo que tu Palabra la Biblia nos enseña.
Cubro mi vida con la sangre de Cristo y mi familia.
Espíritu Santo lléname de Tí y que la paz de Dios llene mi corazón.
Amén: así sea.

!Qué Dios te bendiga!

 





No hay comentarios:

Publicar un comentario