Hace aproximadamente unos cinco años atrás, estaba en el entrepiso de mi casa limpiando y cuando fuí a bajar la escalera, me enganché el taco de mi sandalia con el escalón, mi brazo quedó enroscado en la baranda y así como estaba, caí fuertemente más de dos metros.
Inmediatamente sentí un dolor muy fuerte en mi mano derecha, no la podía mover, pero más fuerte era el dolor en mi vientre y en mi columna en la parte cervical, también mi craneo se golpeó con la punta del escalón.
Estaba sola, no había nadie en casa, me arrastré hacia mi habitación, apenas unos metros más allá de donde estaba, me apoyé cómo pude en mi cama y clamé a Dios, ya que sabía que mi estado no era bueno.
Mi teléfono estaba en el piso de abajo, no tenía manera de llamar a nadie, así que comencé a clamar que todo lo podía en Cristo que me fortalecía, (Filp.4:13) y bien despacito bajé uno a uno cada escalón, que por cierto la escalera me pareció más larga que nunca.
Llamé a mi esposo, fuimos al médico y el diagnóstico no era bueno, me mandaron a hacer un montón de placas en mi cabeza y en mi columna.
Cuando llegamos a la clínica que nos correspondía para hacer todos los estudios, nos encontramos que estaba lleno de gente accidentada, había habido un accidente muy grande y los médicos estaban todos supliendo esa tremenda necesidad y desgracia.
Recuerdo que con Jorge orábamos allí en la guardia por cada vida, también recuerdo el caso de una familia que había llegado desesperada porque su hijo se había desmayado en la bañera mientras se estaba bañando y se había golpeado muy fuerte la cabeza y estaba inconsciente.
Sinceramente ante tanto dolor y sufrimiento mi caso no era nada.
Después de pasadas unas cuantas horas me llaman para hacerme todas las radiografías y yo que había llegado casi sin poder moverme bien de tanto dolor me paré, fuí a Rayos X, le extendí mi mano a quien me había llamado y le sonreí.
Esta persona me dijo:
__Mucho gusto, por favor podría hacer pasar a la persona que se tiene que hacer tanta cantidad de placas.
__Soy yo. (Le contesté)
__Pero cómo!! (Exclamó el hombre).
Se supone que tiene que estar grave sino no le pedirían todos estos estudios y sin embargo mire su cara sonriente y mire la mía, está mejor que yo!! (Se rió y movía la cabeza como si habría una equivocación de parte del médico que me había atendido, pero cuando le contamos con mi esposo lo que me había sucedido, no podía salir del asombro)
Me dijo que me acostara en la camilla y yo sin darme cuenta me senté dando un saltito, entonces él dijo:
__No, no, espere, voy a llamar a mi compañero, tiene que ver esto, no se piden estas placas en un cráneo si el golpe no fuera fuerte.
Llamó a su compañero y nosotros aprovechamos esa oportunidad para decirle que habíamos orado y que creíamos que Dios me iba a sanar. Desde ya las placas salieron bien, no tenía nada, sólo unos golpes en mi brazo y en mi mano, pero nada serio.
Pero al día siguiente comencé a sentirme muy mal, tenía fiebre, tenía pérdidas de sangre y mi vientre no daba más de dolor.
Fuimos al médico y cuando me revisa me dice que era muy posible que tenía un golpe interno, cada minuto que pasaba el dolor era más fuerte y la fiebre subía.
De manera urgente me hicieron unas ecografías, se esperaba que me iban a internar y operar, pero una vez más Dios había puesto su mano sobre mi vida y en medio de aquel consultorio comencé a sentir la sanidad de parte de Dios.
Comencé a sentir un calor suave tocando mi vientre y yo sabía que Dios estaba impartiendo sanidad divina sobre mi vida.
!Cuánta felicidad y cuánto gozo había en mí y en mi familia!!
!Dios una vez más me había sacado del pozo de la desesperación!
!Una vez más estaba cumpliendo su Palabra sobre mi vida!
Lo único que le decía todo el tiempo era: Gracias Señor, gracias, gracias, muchas gracias!!
Volví a casa, con la felicidad y el gozo de saber que lo único que me esperaba eran unos días de descanso y reposo hasta que mi mano y mi brazo se repusieran del golpe.
Juan 1:37 porque nada hay imposible para Dios.
Te mentiría si te dijera que no tuve miedo o no estaba nerviosa, porque la verdad que tuve miedo y los nervios más de una vez anidaban en mi interior, pero creo que clamé a Dios con todo mi corazón, sabía que Él era el único que me podía ayudar.
Pensaba en mis hijos, en el viaje misionero que iba a hacer en uno pocos meses a una provincia del interior de mi país y en un montón de cosas más.
Y sentía dentro mío una lucha fuerte, en dónde el temor quería predicarme que estaba grave y que iba a estar internada por mucho tiempo y por otro lado sentía que El Espíritu Santo me daba aliento y fortaleza.
Hace desde anoche que tengo en mi corazón el compartir este testimonio, sinceramente ya no lo recordaba tan seguido como quizás apenas me pasó el accidente, lamentablemente seguimos nuestra vida con el trajín diario y muchas cosas buenas las dejamos en el olvido.
Pero El Espíritu Santo me inquietó a escribir y sinceramente obedecí, porque pienso que si tan sólo una sola persona puede cobrar ánimo, fe y aliento su vida por mi testimonio, es motivo más que suficiente para compartirlo y gozarme en Dios, ese maravilloso Dios que dio a su Hijo Jesucristo para que tengamos vida eterna, salud, sanidad, restauración y una vida superior en Él, por eso te invito a tomarte bien fuerte de la presencia del Espíritu Santo y que dejes a Dios obrar conforme a sus tiempos, a su voluntad y por medio de Jesús en tu vida, tu hogar y todo lo que estás necesitando.
Hoy es el día para creer que Dios hará posible ese imposible que se presenta como enorme gigante ante tu vida.
Con cariño: Tere.
!Qué Dios te bendiga!